05 agosto 2006

Reencuentro. A Ariadna


Aquel día,
aquella mañana,
aquel lugar,
aquella hora,
tu abrazo
eterno y transparente
como el cristal.

Aquel día lloré
sin llorar
ebrio de nostalgia
derribé muros
incontenibles,
derramé lágrimas
esparciéndolas
sobre piedras,maderas,
en cada rincón
de mi ser
como esperando
ver crecer la primavera.
Sin embargo nada
nunca nos separó:
ni distancias,ni tiempo,
ni sonidos,ni líneas estrechas,
ni universos,
cada momento
nacias y vivías.
Nuestro encuentro
estaba escrito,
obligado a cumplirse.
Entonces sólo me dediqué a extrañarte.

En todas las esencias
trazadas en el viento
mi susurro golpeaba
como un latido esperando
llegar a tus
pequeñas orejas curiosas.

Me resbalé por
abismos inclinados
y caí en el lugar
a la hora,en la mañana
del día establecido.

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